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Fin de gira con The Blackjaw

Euskadi es siempre una tierra a la que escapar cuando necesitas olvidarte del mundanal ruido. Aunque pequeño en el mapa, es de gran corazón, de gente hospitalaria y de trato elegante. Por todo ello no pude evitar la tentación de compartir las dos últimas fechas de la gira ‘Undertow’ con The Blackjaw, y aquí os cuento algunas de las aventuras que vivimos hace 10 días.

Salimos de Madrid, tras cargar la furgo, alrededor del mediodía del viernes. Tras una parada obligatoria para reponer fuerzas, reemprendimos la marcha con total normalidad con un día radiante, hasta que, al atraverar La Bureba, nos asaltó una espesísima niebla, digna de Silent Hill o cualquier otra historia de miedo. La noche llegó tras ella y no pudimos apreciar los verdes valles que se extienden entre Vitoria y San Sebastián, nuestro destino. Para cuando llegamos a Donosti y conseguimos aparcar la furgoneta en el barrio de Trintxerpe, en Mogambo ya comenzaban las pruebas de sonido. Allí conocimos a la buena gente que esa noche actuarían como bandas locales, aunque muchos de los componentes eran de poblaciones aledañas. Jon y la gente de la sala nos prepararon una cena vegana buenísima y realmente copiosa, y desde aquí toda mi gratitud a la gente de Mogambo que pelea por ofrecer todo lo mejor que tienen a las bandas que van a tocar.
Arrancaría el show con Antihumano, banda de Oñati que hacen hardcore punk en euskera. Dejaron el listón altísimo y se sacaron una versión épica del «Breed» de Nirvana. Muy contundente y a la vez tremendamente melódico. Tras unos 35 minutos de metralleta sonora, saltaron a las tablas de la capital guipuzcoana Barracuda, quinteto que proviene de Beasáin y que se atreve con el stoner rock bilingüe. Son una banda relativamente nueva, pero ya se ven ciertos destellos de calidad y de entrega en los directos.

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The Blackjaw (Única foto de Mogambo que he conseguido)

Para entonces, las cervezas empezaban a subir, el merchan se empezaba a animar y yo estuve echando un cable a vender algunos CDs, ya que los cabezas locas de mis amigos habían olvidado en Madrid los vinilos. Mientras, Uralita se preparaban. Son de Zumaia y hacen street punk en la lengua más antigua de Europa, con distorsión chicharrera, de esa que te deja pitidos en los oídos durante varios días. Me recordaron a Kaos Urbano o Ignotus.
Cerraron la noche The Blackjaw, en uno de los mejores conciertos suyos que recuerdo. El público se quedó hasta el final, muy respetuoso, e incluso pidieron una más, ante lo que no pudieron resistirse y cumplieron con «Small Stone», de The Bronx. Repertorio centrado en su último trabajo, que da nombre a la gira y del que no se escapó ninguno de los temazos a los que nos tienen acostumbrados. Recogimos, nos despedimos de las bandas y tomamos un par de copas con la gente que quedaba en la sala. Dormimos allí mismo, en una habitación con camas que tienen habilitada y que nos sirvió para descansar a la perfección. Mil gracias a Antihumano, Barracuda y Uralita, a Mattin «Alcalde» por su inestimable ayuda y por supuesto a Jon y la gente que colabora en Mogambo por creer en un proyecto cultural así y seguir trabajando en que se mantenga, y por una cena y un trato que nunca olvidaremos.

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Nuestra habitación en Mogambo

Al día siguiente, tras cargar los instrumentos, dejamos atrás Donosti rememorando momentos de la noche anterior que parecían nebulosos. Edu quería parar a comer en Zarautz, pero entre Kala y yo le convencimos de que era el pueblo más caro del mundo, que aunque mentira en gran parte, nos sirvió para estar en Basauri antes de las 16h. Todo el mundo dice que Euskadi se come genial, y es cierto. Pero yo me comí una triste ensalada y, tras el paseo hasta Txarraska, ya había desaparecido de mi estómago. Allí se celebraba la segunda fecha, y en el trayecto pude comprobar los verdes y modernos parques mezclados con la gris industria metalúrgica que se concentra a orillas del Nervión.

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Txarraska, Basauri

El Gaztetxe de Basauri es una antigua y enorme escuela abandonada a las afueras de la población. Los conciertos son en el sótano, y en los pisos superiores tienen habitaciones, local de ensayo, estudio de grabación… ¡un lujazo vamos! Comenzaron las pruebas mientras Mikel se encargaba del sonido, y Julen y sus compas de Riget Crew Bilbo se curraban una cena imperial.
Arrancaron los bilbaínos Raust!, quinteto recién salido del horno pero con muchísima calidad. Sus canciones son en su mayoría en euskera, aunque se sacaron de la manga versiones de Clutch, Audioslave y Rage Against The Machine que nos hicieron vibrar. Además de gente muy maja, excelentes músicos.

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Raust!

Después salieron mis amigos madrileños, con un setlist muy parecido al del día anterior. No faltaron ni «Benlliure», ni «Goner», ni «True Icons», ni «Robert Told Me To»… canciones que ya se han convertido en himnos de la banda.
Cerrarían la noche Nocivos, grupo asturiano de punk-rock en castellano muy influenciado por la ola californiana. Muchísima entrega por parte de su nuevo guitarrista Nacho, que sería el más vitoreado la noche, y en general se notaba experiencia y tablas por parte de la banda del Principau. Además se marcaron «Do What You Want» de Bad Religion que todo el mundo vociferó y «True Believers» de Bouncing Souls, en la que invitaron a Germán a cantar.

Nocivos

Acabado el concierto, despues de mil cervezas y charlar con la gente que quedaba por el Gaztetxe, la cena y el cansancio nos obligaron a marchar a dormir, no sin antes hacernos una foto con toda la gente a la que tenemos que agradecer un gran noche como esta. Seguro que alguien falta…

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Bandas y organización

Después de dormir unas horas en la tenebrosa escuela, los primeros rayos de luz atravesaron la ventana para indicarnos que era domingo y teníamos que volver a nuestra ciudad, con la tristeza de quien deja atrás una tierra que siempre te recibe con los brazos abiertos y la mejor de las sonrisas.
Gracias Euskadi, volveremos pronto.

Gasteiz Calling 2.0 suma y sigue

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