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Lagwagon – Hoss (25 aniversario)

Cuando Hoss  (1995) salió a la luz había dos maneras de descubrir grupos; leyéndote los agradecimientos que grupos de más fácil acceso tales como NOFX o Bad Religion hacían en sus libretos, o pillando algún recopilatorio barato lleno de nombres que aún no te sonaban pero que te hacían flipar en colores. No recuerdo como di con Lagwagon exactamente, pero os aseguro que fue de una de esas maneras. Y bendito el momento en el que lo hice. Hoss fue el disco que me presentó a Joey y los suyos. Y a mi madre también.

Cuando compré el disco con mi paga semanal, yo no tenía ni idea de quién era ese pistolero afable y bonachón que se comía la cámara y que aparecía en la portada, pero mi madre sí. Ella, por el contrario,  no sabía quien era Lagwagon (imposible fue para ella pronunciar ese nombre), con lo que se produjo un intercambio de información entre madre e hijo, entre música y series, entre Lagwagon y Bonanza. Ese ha sido el único escarceo que mi madre ha tenido con el punk rock, pero jamás se me olvidará.

Ahora casi 25 años después, recordar lo que este disco me transmitió en un su día es aún posible. Llegar a casa con esa sensación de lo desconocido, desenvolver el Cd, echar un rápido vistazo a los títulos, sacar el libreto y darle al play. Escuchar el principio silencioso de «Kids Don’t Like To Share» y, 20 segundos después, cuando la canción explota, saber que tus 1.200 pesetas han sido más que bien invertidas y que eso es lo que estabas buscando. Esa es una sensación que solo si la habéis vivido podréis entender. Recuerdo una sucesión de joyas musicales que hacían que mi sangre adolescente corriera por mis venas a un ritmo tan endiablado como el de la batería que sonaba. Y una sensación de felicidad que pocas cosas, incluso a día de hoy, me transmiten.

A partir de ahí, una sucesión de canciones que no solo pasarán a la historia del grupo, si no también a la de este género musical con el que tanto disfrutamos: la inmensa «Violins», la coreada «Bombs Away», la agridulce y mítica «Sleep» o la increiblemente divertida «Razor Burn». Todos estos temas y este Cd hacen escuela. Hacen que te enganches a un grupo y que incluso lo tomes como inspiración para crear uno. Crea un antes y un después. Un punto y seguido.

Desde el momento en el que escuché este Hoss (allá por el 98) me propuse ir a las tiendas de discos y buscar todo lo que pudiese encontrar de Lagwagon (tarea no fácil cuando vives en Extremadura, tus amigos no comparten tus gustos musicales y aún no usas internet) pero os puedo asegurar que cuando encontraba un disco de este grupo era como encontrar un tesoro y, ¿sabéis lo primero que hacía? mirar los agradecimientos para ver a que bandas recomendaban para continuar con el círculo vicioso del que nunca jamás saldría. Un listado tan extenso que en este caso concreto me ayudo a descubrir grupos como Tilt, Ten Foot Pole, Hi-Standar, Snuff o Chixdiggit

Lo que aporta este disco a la escena es algo que yo no debo descubrir, creo que la mayoría estaréis recordando lo que sentisteis cuando lo escuchasteis y por eso, entre otras cosas, estos grupos forman parte de una época musical que jamás podremos olvidar y que ( incluso para aquellos que se hayan despegado de la misma) sirve para recordar momentos en los que nuestra sangre adolescente latía a una velocidad mayor que la del resto. Eso es simplemente impagable.

Poco más me queda por decir de este disco, tan solo animaros a pillarlo si aún no lo tenéis y deciros que hace un par de año se sacó una re edición del mismo donde se incluyen caras B y descartes tan grandes como «Wind In Your Sail», o «Defeat You» así como algunas demos de temas del disco que no tienen desperdicio.

Ha sido todo un placer recordar los momentos que Hoss me ha dado, espero que todos vosotros hayáis recordado y sentido lo que este disco os transmitió hace años.

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