Parece mentira, pero The Sufferer & the Witness, el cuarto larga duración de Rise Against, cumplió nada más y nada menos que quince años el pasado domingo. Un señor disco que podría ser catalogado como el más completo de su discografía, y un claro punto de inflexión (para bien y para mal) en el devenir de la banda.
Estamos hablando de un señor disco plagado de temas que se convirtieron en himnos y que demostraban las enormes posibilidades de los de Chicago. Hablar de cortes que destaquen es prácticamente verse en la tesitura de tener que analizarlos todos. Desde la dupla de «Intro/Chamber the Cartridge» hasta la agria «But Tonight We Dance», queda claro que el grupo por aquel entonces aún disfrutaba del tupatutupa, y de que Tim aún podía cantar. Prueba de ello son las aceleradas «Bricks» y «Worth Dying for».
Las guitarras, aún con el gran Chris Chasse (desde su marcha y la de Principe todo fue cuesta abajo), tienen un papel fundamental en melodías tan reconocibles como las de «Injection», «Ready to Fall» o «Prayer of the Refugee», verdaderos temazos que todas y todos hemos cantado hasta la saciedad.
Aún así, si tuviera que decantarme por las tres canciones que marcan el estilo, ya no solo de este disco, sino del cambio de dirección (hasta este punto positivo) de la banda, esas serían «Behind Close Doors», «The Good Left Undone» y «Survive». Tres canciones que me siguen pareciendo maravillosas a día de hoy y que están incluidas en la B.S.O. de mi vida.
The Sufferer & the Witness fue el disco que abrió a Rise Against al público general. Tal fue el impacto del mismo que su sucesor, Appeal to Reason (2008), claramente inferior, se convirtió en su mayor éxito espoleado por el álbum sobre el que hoy hablamos. The Sufferer & the Witness también supuso una seña de identidad en cuanto al logo y la tipografía de la banda, logrando hacer al grupo altamente popular.
Personalmente, este es uno de mis discos favoritos de Rise Against, y el último que realmente me marcó. Appeal to Reason fue un quiero y no puedo, y a partir de ahí la cosa fue decreciendo. Es por eso que este disco tiene un sabor agridulce; el de un resultado redondo, y el de el comienzo de una caída libre que para mi gusto está alargándose demasiado en el tiempo.