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Whiplash. Retrato de nuestra pasión.

Whiplash comienza siendo la historia de sacrificio de Andrew (Miler Teller), un joven de 19 años, alumno de batería de la mejor escuela de música del país, por convertirse en una leyenda. Este proceso incluye inevitablemente pasar por la mejor orquesta de Jazz del estado, la que dirige Terence Fletcher (J.K Simmons) con mano de hierro y más disciplina que un cuartel.

No sé muy bien como meterle mano a esta película. Cuando se estrenó y la vi, y Damien Chazelle consiguió que su film me fascinara, la entendí profundamente. Me dí cuenta de muchas cosas. Me dió por leer críticas en mis webs de referencia y me sorprendió enormemente que la única lectura que no se hacía es la que implica a la parte más puramente musical de la película. Pero al fin y al cabo, esto es un blog de música, ¿no?
Por un lado, es más que comprensible, hay elementos de sobra que alabar en la película como para evitar meterse en ese berenjenal. Entre los puntos comunes en las críticas que pululan por interntet está por ejemplo el tratamiento de los personajes. El arco del personaje de Andrew es sutil, pero intenso. Andrew tiene problemas estableciendo contacto visual como el mismo confiesa a Nicole en su primera cita (personaje que existe por y para perfilar para el espectador el carácter de Andrew), es tímido y su único amigo es su padre. Y sin embargo es fuerte. Desde el principio le vemos practicando hasta la extenuación, solo. Y quieras que no, acaba pidiéndole salir a la chica que ve todos los días en el puesto de palomitas. Hay valentía en el, hay fuerza. Y eso es lo que ve Fletcher. Precisamente esas pequeñas pinceladas de energía, de empuje, son las que ve a través de toda la pompa de timidez y le da una oportunidad.


Fletcher por su lado equilibra la balanza. Uno de los temas más recurrentes de la historia del cine. La relación entre pupilo y maestro. Un maestro estricto, duro, casi inhumano, pero con una meta clara en su mente. Alentar. Y aquí es cuando entra mi valoración más subjetiva.
Anecdóticamente, el año pasado (mientras estaba en clase de Regiduría de teatro) tuve una discusión que duró una hora de clase sobre esta película. De un lado, la profesora, al frente de la clase. Del otro yo, en el último pupitre de la última fila. Alrededor, treinta caras iban de un lado al otro como si estuvieran viendo la final de Wimbledon. La clase empezó y terminó con nosotras dos discutiendo, cero contenido académico (de nada compañeros y compañeras).
La discusión brotó cuando la susodicha profesora entró a calificar el comportamiento del personaje de Fletcher con frases como “ningún profesor haría eso”, “es una exageración exageradísima y algo así jamás podría pasar” o “es pura fantasía”. En este punto voy a recoger el concepto que he lanzado antes, de que yo comprendí profundamente la película.


Estoy tan íntimamente de acuerdo con el método de Fletcher que no se como expresarlo con palabras. Así es como yo entiendo la música, y más a los niveles de virtuosismo que plasma Whiplash. Nadie nunca me ha tirado un plato a la cabeza (y a lo mejor por eso nunca seré una leyenda) pero solo hay un camino para abarcar, comprender y ser medio competente ante el monstruo de siete cabezas que para mí es la música. La absoluta entrega abnegada, la disciplina, el que nada más importa, es tu prioridad y rige toda tu vida. De eso es de lo que no se habla en las críticas que he podido leer. De la verdad que hay detrás de la fábula que al final se extrae de la película “el show puede acabar en cualquier momento (como simbolizan la muerte del alumno de Fletcher y el accidente de Andrew) y tienes que acabar en todo lo alto, que el mundo entero te recuerde”. La verdad de un sacrificio diario, doloroso y entregado que no tiene ni de lejos el reconocimiento al esfuerzo titánico que supone (como se ve muy bien en la cena familiar).

Whiplash es una película para todos, para los que amen una buena película (porque es muy muy buena), para los que amen una fotografía cuidada ( esos tonos dorados que me recuerdan hasta a El padrino), para los que amen el jazz, la música, o para los que sepan lo que es sufrir por un fin mayor que tú mismo.

Para los que nunca son lo bastante buenos. Not quite my tempo.

Crim + Rude Pride @ Gruta77

Osker – Idle Will Kill (disco remember)