La Forma del Agua (The Shape of Water, Guillermo del Toro, 2017) se estrenó en el Festival de Venecia en agosto del año pasado, donde ganó el León de Oro a la mejor película. Poco tiempo después inauguró la 50ª edición de Sitges.
Hace escasos días, y tras ser nominada a 13 galardones de la academia, se hizo con 4 de las preciadas estatuíllas. Aunque por norma general somos bastante escépticos con los motivos reales por los que se dan esta clase de premios, es de destacar que se hizo con el más importante “Mejor Película”. Y “Mejor director”, entre otros.
Independientemente si esto te impresiona o no, son alicientes. Personalmente me fío más de Sitges que de los Oscars porque me fascina la ciencia ficción, la fantasía y el folklore popular, y Shape of the Water tiene muchos de esos ingredientes.

No hay que ser un gran cinéfilo para darse cuenta de que hay algún tipo de conexión entre La Forma del Agua y películas producidas largo tiempo atrás, La Mujer y el Monstruo (Creature From the Black Lagoon, Jack Arnold, 1954), La Cosa del Pantano (The Swamp Thing, Wes Craven, 1982)… De hecho, La Forma del Agua es una secuela apócrifa de La Mujer y el Monstruo. En dicha película, un grupo de exploradores encuentra un extraño monstruo anfibio-humano en el Amazonas. La Forma del Agua explora que habría pasado una vez esa criatura llega a suelo americano para ser investigada por científicos y militares en plena guerra fría.
Hay diversos puntos a analizar en el film que nos ocupa. Por un lado están las claras influencias de estas antiguas películas. Hay reminiscencias a las dos anteriormente nombradas, aunque también hay diferencias en el fundamento del planteamiento. En La Forma del Agua es la mujer la que queda prendada del monstruo, al contrario que en sus predecesoras. De hecho, es innegable que todo esto bebe también del mito hombre-bestia que se hizo tan mundialmente famoso con La Bella y la Bestia. La influencia va más allá de la historia en sí, incluso hay referencias visuales por ejemplo en el vestuario (el vestido blanco en la escena del baile).
A raíz de esto último: la estética. Plásticamente, la película me ha parecido preciosa de principio a fín. Sencillamente el comienzo ya es maravilloso; una apertura de cuento que te adentra literalmente en las profundidades de la fábula que vas a presenciar, con un narrador en off y un color verde que inunda, desde el primer fotograma, todo el metraje.
A raíz del color; impresionante el trabajo de colorimetría, etalonaje y producción que hace del verde una presencia aplastante, a la vez que necesaria y orgánica. Salvo en momentos y lugares concretos, que son los que se salen del argumento principal, el verde es prácticamente un océano perenne durante toda la película. Pero no por ello olvida el resto, de hecho la presencia del rojo pasión en un momento determinado de la película resulta hilarante sencillamente por el contraste y a lo que remite.
Continuando con la línea de estética y para llevar un orden en mi exposición, he de confesar pensaba que en este sentido Del Toro había tocado techo con El Laberinto del Fauno, pero no. La Forma del Agua es aún más bonita y además, es más del Toro que ninguna. Tiene ese estilo años 50 en el aire, pero con el toque steampunk de Hellboy. Cada espacio esta cuidado al milímetro y eso se nota.
Me gustaría hablar de un par de puntos más y no extenderme en exceso. Pero no puedo cerrar sin hacer mención a dos cosas más: Los personajes y el tema de la adaptación y la comunicación.
Ambos están bastante ligados, así que intentaré ser concisa y clara hablando de todo esto a la vez. Los personajes protagonistas, son dos inadaptados. Ambos incapaces de comunicarse con su entorno de manera “normal” encuentran consuelo mutuo al poder comunicarse entre ellos sin barreras. «Él» no es humano, ella es muda. Pero es que más allá de los dos protagonistas, los co-protagonistas y personajes secundarios son igual de especiales. Además de complejos, sensibles, honestos y divertidos, son también inadaptados de alguna manera. La mejor amiga de Elisa (Sally Hawkins) es negra, cosa que, como muy bien muestra la película, no era (ni es) precisamente una ventaja. Y su vecino, Giles, es un dibujante homosexual en la era de furor de la fotografía que poco a poco ve que su profesión está obsoleta.
Los personajes son maravillosos, inadaptados a su manera, pero mas humanos que todo su entorno. Y dentro de su pequeño mundo se comunican. Cada uno a su manera particular pero todos sinceramente, aun teniendo todo en contra.
Podría hablar de muchísimas cosas más, pero no quiero enrollarme. Para terminar solo dos cosas. El trabajo de Sally Hawkins me parece ES-PEC-TA-CU-LAR. Merecidísima nominación para una actriz que es capaz de transmitir tantísima compasión, amor, sarcasmo, valentía, desesperanza y determinación sin utilizar ni una sola palabra.
Por último y a modo de juego. ¿Alguien más ha visto el guiño a Torrente? Santiago Segura y Guillermo del Toro hacen gala de su amistad una vez más dentro de las pantallas. Muy finamente.
Conclusión: Me metí en la película desde el primer minuto con esa secuencia de presentación maravillosa y la disfrute como disfrutaba de pequeña los cuentos que me leían. Y me relamí de placer al gozar de la película más bonita que he visto en años (a muchos niveles).
Mi consejo, vedla. Vaís a empatizar, a reír, a sufrir y a disfrutar del cuento de la princesa sin voz.