Han pasado veintiún años desde que se estrenase en el 96 una de las películas más icónicas de los últimos tiempos. Es indiscutible que Trainspotting ha marcado a toda una generación. Aún recuerdo la primera vez que la vi y cómo me quedé embobado frente a la tele mientras alucinaba escena tras escena. El film basado en la novela hómonima de Irvine Welsh se ha convertido en una película de culto para todos y ya podemos disfurtar de su segunda parte en los cines, algo que muchos llevamos esperando más tiempo del que nos gustaría.
La cinta gira entorno a un grupo de heroinómanos localizados en los suburbios de Edimburgo y se nos narran las desventuras por las que tienen que pasar nuestro anti héroes: Mark, Spud, Sick Boy, Tommy o Francis.
Tratarán de sobrevivir a la heroína y a la vida que esta les obliga a llevar, dando lugar a situaciones surrealistas que uno no puede llegar a creer.
La degradación y la cruda realidad irá pasando factura al grupo de amigos, quienes se verán fuertemente afectados por las consecuencias de una vida de excesos y adicciones.
No es de extrañar que tomen rumbos distintos. De este modo, mientras uno decide amarrar su vida y vivir en la sobriedad, otros terminan siendo partícipes del mundo criminal o luchando por sobrevivir tras contraer el VIH y sufrir todo tipo de sobredosis.
La película esconde mucho más de lo que dice y nos hace reflexionar acerca del modo de vida que llevamos. Mark, el protagonista, es un inconformista vital. No entiende por qué debe elegir un modelo a seguir. Y se plantea hasta qué punto puede ser ética la vida de un un adicto. Sin trabajo, sin preocupaciones, sin pareja, sin responsabilidad morales, en definitiva, sin ningún deber más allá de poder costearse su adicción.
Trainspotting habla de la perspectiva de un drogodependiente para hacernos ver a todos que, a veces, plantearse cómo vivimos es algo necesario para poder seguir hacia delante.
Además, la película terminó siendo un verdadero bombazo debido a su trato de la estética y la forma tan cruda en la que se plasmó la realidad de las drogas, algo no visto anteriormente en la gran pantalla.
Las actuaciones, por supuesto, son algo esencial y creo que podrían ganarse un merecido galardón todos y cada uno de los actores principales, recibiendo mención especial Ewan Mc Gregor, pero sin olvidar a Jonny Lee Miller, Robert Carlyle, Ewen Bremmer o Kelly Macdonald.
En definitiva, no podemos tener más ganas de ver la segunda parte, también basada en la novela de Irvine Welsh pero cuyo título es Porno, y que seguro no nos deja indiferentes.
Por cierto, para todos los que os preguntéis qué significa trainspotting podríamos decir que es buscar una vena para inyectarse droga. Un título muy apropiado, ¿no creéis?